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M-Clan, carretera americana hacia la gloria

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El nuevo álbum del grupo recibe un 7’5 sobre 10

Parafraseando el verso final de Grupos americanos, la canción que abre el nuevo disco de M-Clan, la obsesión por esa “música del diablo” ha llevado al grupo liderado por Carlos Tarque y Ricardo Ruipérez a “otra ciudad, otro escenario, otra canción”. La obsesión por la música popular norteamericana, en esa mixtura prodigiosa y profunda de country, folk, soul y rock’n’roll, ha llevado a M-Clan a reinventarse de nuevo o, al menos, a ofrecer un perfil distinto, repleto de aristas elegantes y chispazos de folk-rock de primer nivel. Se lo han tomado en serio y se han ido hasta los estudios Alex The Great de Nashville, uno de los epicentros sonoros de Estados Unidos, para grabar Delta –difícil encontrar un título más concluyente de todo lo que se oirá después-.

No solo han cambiado de ciudad y sonido sino también de productor. De Carlos Raya, uno de los grandes decanos del rock español del último cuarto de siglo, han pasado a Brad Jones, que se ha ganado el pan colaborando con interesantísimos compositores como Chuck Prophet, Josh Rouse o Matthew Sweet y es conocido en nuestros lares por su determinante papel en la producción de la etapa americana de Quique González en los discos Daiquiri blues yDelantera mítica, ambos grabados en los mismos estudios y con algunos de los mismos músicos que participan en Delta, como el propio Jones, que en esta ocasión se calza el bajo o tira de la guitarra de 12 cuerdas propia de The Byrds, el guitarrista de la slide Will Kimbrough, el violinista Chris Carmichael o el percusionista Bryan Owings. Y, como en su día González, M-Clan lo consiguen. Ofrecen un álbum lleno de alma americana sin perder su propia esencia, gracias a esas letras en castellano directas y unos potentes estribillos, marca de la casa.

Podían haber caído en un simple ejercicio de estilo. De hecho, pecan de ello en la canción que da nombre al álbum, pero en su conjunto construyen un trabajo sólido, con músculo y sangre, en el que esa cara más acústica, alejada de sus característicos patrones rock de mayor pegada, termina por alumbrar canciones con sabor a himnos del directo como La esperanza o Concierto salvaje, que se hace mayúscula en esos coros y otros jugosos detalles de steel de Al Perkins o de mandolina de Kimbrough. Como es habitual, el voz desgarrada de Tarque juega un papel fundamental, sonando, tal y como dicen los norteamericanos, mássoulful (profundamente emocional) que de costumbre. Se asocia bien en esas novedosas armonías vocales con Ruipérez, en especial en Polvo de estrellas, y eriza en su primer plano en los emotivos medios tiempos Todo lo joven muere hoy y Whisky on the rocks.

En esta incursión a corazón abierto en la mitología americana, se oyen ecos de The Byrds, Black Crowes o el Tom Petty más campestre y planea de principio a fin, pasando por composiciones como California o Caminos secundarios, una iconografía marcada por los coches, las carreteras sin fin, los atardeceres o las noches estrelladas. Es el espíritu de comenzar de nuevo, aún con cicatrices. Casi es algo que parece que M-Clan lleva haciendo desde que el enorme éxito comercial de Usar y tirar en 1999 y algún altibajo discográfico obnubiló a muchos de que esta banda rockea con alma como pocas en España. Se debían este disco americano. Y el resultado no podía ser más contagioso. Dan ganas de quemar las ruedas y no mirar atrás.

Fuente «El País«

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